Consecuencias del exceso de flúor
Los dientes afectados, además de presentar un aspecto enfermo, tienen más tendencia a desgastarse o fracturarse e incluso pueden ser incapaces de sostener una restauración. Además, la ingesta continuada y excesiva de flúor (de 4 a 15 ppm) puede derivar a largo plazo en trastornos más severos, como es el caso de la fluorosis esquelética, que cursa con síntomas como la rigidez, dolor en las articulaciones o deformidades.
¿Cómo prevenir la fluorosis?
Una buena manera es controlar el nivel de flúor de los dentífricos y colutorios que usamos. Las guías europeas establecen las recomendaciones de flúor en productos de higiene bucal adecuadas para cada edad. Aun así, debemos estar atentos al etiquetado de cada producto para decantarnos por aquellos que respondan a nuestras necesidades de flúor sin dañar nuestro esmalte. Si los niveles de flúor en el agua potable que consumimos son muy altos, podemos optar por consumir agua mineral embotellada, eligiendo siempre aquellas que indiquen los niveles de flúor en su etiquetado.
¿Qué hacer cuando la fluorosis ya está instalada en nuestra dentadura?
Una buena opción es combinar distintas técnicas de blanqueamiento dental profesional. Si la fluorosis no está muy avanzada, con estas técnicas se podrá acabar con las zonas pigmentadas, aunque no basta con realizarlo una sola vez, ya que las manchas suelen volver a aparecer de manera recurrente. Los tratamientos blanqueadores deben ser periódicos y realizados bajo supervisión de nuestro odontólogo. En caso de que la fluorosis esté muy avanzada y sea de gran intensidad, la mejor manera de combatir su efecto antiestético es el tratamiento protésico, como por ejemplo la colocación de carillas de porcelana dental.